La complejidad percibida de la transformación digital está desacelerando la velocidad del cambio
La transformación digital no tiene un principio y un final claros: es un proceso dinámico y continuo que cambiará a medida que se desarrolle la tecnología. Esta es una perspectiva abrumadora para muchos. Sin embargo, con una guía clara y una planificación sólida, no es insuperable.
Con demasiada frecuencia, es la percepción de lo difícil que va a ser un proyecto de transformación lo que evita que suceda en primer lugar. Por ejemplo, muchas organizaciones comienzan con la idea de que les gustaría trasladar algunos servicios y cargas de trabajo a la nube.
Sin embargo, una vez que una empresa comienza a investigar la nube, surgen preocupaciones sobre la seguridad y la soberanía de los datos; surgen preocupaciones sobre cómo integrar los sistemas de TI heredados; la aprensión por no poder controlar los costos asoma en su cabeza, y el cambio a la nube no ocurre o se retrasa aún más.
Si bien es cierto que las infraestructuras de TI se han vuelto más complejas en los últimos años, esta complejidad no debería obstaculizar el cambio ni utilizarse como excusa para retrasar la adopción de nuevas tecnologías. En realidad, con las habilidades y la experiencia adecuadas, los CIO pueden trazar una hoja de ruta alcanzable independientemente del nivel de madurez en el negocio. Para transformar realmente, todo debe volver a colocarse en el cuadrado de la posibilidad.